Música a la parrilla
Volvíamos al escenario donde Elliot Murphy ha hecho bailar más de una vez a las montañas y Joe Grushecky ha gritado al viento con sus acordes roncos. Volvíamos a Piedrafita, al corazón del Pirineo, allí donde la generosidad de Esteban te da refugio a cambio de un puñado de canciones. La víspera, le habíamos mostrado por WhatsApp nuestra inquietud por la posibilidad de tormentas y él nos había respondido:
“Cuando el ruiseñor canta en el soto, o llueve, o nieva, o hace un tiempo u otro… Dime cuántos sois para comer”.
No había más que hablar. La intención de hacer el concierto es más que clara.
La furgo sigue tal y como la dejamos de la carga de Acedo. Así, llena con todo el material, ha sido reparada de rodamientos y ruidos extraños. Y efectivamente, va como la seda. Salida tempranera con la intención de llegar entre las 12.00 y las 13.00 para que nos dé tiempo a montar, probar, comer y tocar sobre las 16.00 horas. Todo va rodado, se nota que los rodamientos van finos. En la Transit; Fernan, Fisuras, Karmina y Enrique; una hora después, los restos que quedan de Nagore tras su bolo de madrugada en Berrobi, y Cami. La bajada de culo por la rampa de acceso al césped del escenario estuvo a punto de joder la fiesta y acabar con la furgo en la parrilla de Esteban, pero tras una buena dosis de rueda chamuscada, juramentos en hebreo, rezos a dioses inventados y manotazos de Fernan a la furgo a cada centímetro que se movía, conseguimos dejar la descarga a tiro hecho.
Con la disposición de siempre y todo en su sitio llegaban Cami y Nagore para dirigir el cableado y el sonido. A las 14.00 todos los acoples estaban resueltos y un par de curiosos se acercaban a darnos sus consejos; que si subir un poco más las teclas, que si las guitarras reverberan en el cristal. Agradeciendo el interés, y con un último ‘Tu pelo rojo atrae a la lluvia’, decidimos pasar a la fase comida. Fase que en unos instantes íbamos a categorizar como festín gastronómico. Nos debió de ver malnutridos Esteban porque comenzó con ensaladas de tomate e ilustrada, siguió con unas migas exquisitas y una parrillada de verdura, para terminar con chuletillas de cordero y chuletón de vaca. Por si hubiera hueco y en tono dulzón, una panchineta y una tarta de queso de Gabás. ¡¡Todo excelente!!, comida pantagruélica que nos dejó exhaustos. Incluso la potra salvaje aseguraba no poder más, eso sí, mientras se llevaba detrás de la batería los trozos de tarta que habían sobrado. El vino corrió sin recato y los chupitos de hiervas también. ¡¡Quién podía ponerse a tocar en esas condiciones??, pues nosotros.
Así que, tras un sincero y efusivo agradecimiento a Esteban por su inmensa generosidad, y su magnífica mano con la parrilla, comenzamos el concierto con el repertorio diseñado. Dentro del escenario, la amplitud del espacio que nos habíamos dejado hacía muy cómoda la actuación, pudiendo disfrutar de los temas más movidos sin miedo a choques siempre inoportunos. La banda esta suelta y se transmite. Todos los temas van cayendo, excepto ‘En medio de la tormenta’ (con el que definitivamente no nos hemos atrevido y que tendremos que dejar para otra temporada) y la gente que se ha quedado tras la comida parece interesada en lo que está escuchando.
Los aplausos suenan sinceros y las caras de atención no mienten. De hecho, algunas personas se acercan hasta los cd’s que Karmina ha colocado artísticamente sobre un tronco de madera y compran 5 o 6 . No se sueltan a bailar, excepto algún pequeño, que tienen siempre una maravillosa falta de vergüenza de la que deberíamos aprender. Parece que el ruiseñor ha querido cantar en el soto la melodía del sol, y el cielo se mantiene durante todo el concierto bastante despejado y con muy buena temperatura.
La primera parte del concierto, con sus momentos festivos y bailones (especialmente redonda queda ‘Tina’) y sus bajadas medidas (la batería final de ‘El álbum de mi memoria’, todo un apoteosis), llega a su fin con la nueva ‘Quién es ese tipo’ y veo a Esteban al fondo cantar el estribillo que parece se ha aprendido del vídeo que le envié. Es un final que invita a seguir y así lo hacemos tras algún ‘beste bat’ provocado. El bis va de empalmada, llevamos dos horas y estos últimos temas van dedicados a Pedro (el amigo de Panticosa de Fernan) y a Esteban, que sigue desde el fondo los últimos compases de la actuación. Incluso Fisuras, que casi siempre es reticente a prolongar el bis, remata el concierto iniciando sorpresivamente la cadenciosa ‘Princesa roja’, que marcará el punto final.
No hemos terminado y ya tenemos encima del barril un plato de queso tres leches exquisito, por si con el concierto se nos ha bajado la comida y nos hemos quedado con hambre. La recogida va tranquila, entre comentarios con unos y otros, repasando momentos curiosos con la gente y entre nosotros. Nos felicitan por el buen rato que les hemos hecho pasar. Todos aseguran que el sonido de la banda ha sido bueno y potente, que suena con mucha solidez. La sensación dentro del escenario también ha sido esa.
Uno de los críos maraqueros se arranca en el teclado con unos pasodobles bajo la atenta mirada de su orgulloso padre. Con las hamburguesas ya no podemos y se las devolvemos tal cual a Esteban, que nos mira como diciendo, “estos de la capital no me comen nada”.
Hemos reservado para cenar en el restaurante Mingo de Escarrilla. Nos encantaría poder anularla porque todos estamos petados…. Aunque, luego, una vez sentados en la mesa, nadie prescindió de la ensalada y otro plato más.
Evidentemente somos un saco sin fondo. Una cerveza en Formigal ya pasadas las 00.00, una controvertida conversación de madrugada en el piso de Karmina acerca de letras machistas o escuchas suspicaces, y a la cama, que mañana muy temprano Nagore y Cami se vuelven juntos, ella ha grabar un videoclip y él a cumplir como buen hijo que es, y los demás pasaremos por ese espléndido edificio que es la estación de Canfranc, que tuvo que servir de importante vía comercial entre España y Europa y se quedó en un sueño de tejas y cristales rotos durante decenas de años, de paso de ayuda de guerra a los nazis, de material y personal, de clandestinos y uniformados…, hasta que hoy se ha reconvertido en un hotel de superlujo, de spas y pianos de cola, y donde un menú degustación supera el precio de los 150 euros.
abuztu2024 Enrique Mingo
Fotos y videos en el álbum compartido:
https://photos.app.goo.gl/qFj61E98iAyf4GwD8
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